No todos saben que María es la santa patrona de la orden franciscana. Pero ¿por qué esta importancia de la Virgen para la orden?
Lo descubriremos a través de una selección de objetos procedentes de colecciones de la Custodia de Tierra Santa y que se expondrán en la futura sección histórica del Terra Santa Museum. El museo, que tendrá su sede en el convento de San Salvador de Jerusalén, será el lugar donde descubrir la historia de los franciscanos en Tierra Santa y su devoción hacia la Madre de Dios.
Nos acompañarán en esta reflexión el Padre Stéphane Milovitch, director del Departamento de Bienes Culturales de la Custodia, y el Padre Alessandro Coniglio, profesor del Studium Biblicum Franciscanum de Jerusalén.
Fr. STÉPHANE MILOVITCH, ofm
Director Departamento de Bienes Culturales – Custodia de Tierra Santa
"Nos encontramos en la iglesia de San Salvador en Jerusalén, frente a uno de los altares laterales de la iglesia. Para comenzar nuestro recorrido de devoción mariana os presentamos esta pintura, un óleo sobre tela que representa a San Francisco de Asís arrodillado ante la aparición de Jesús y de María. El episodio representado tiene lugar tras el milagro de las rosas, evocado en la pintura de flores rojas y blancas reproducido en las escaleras donde se arrodilló San Francisco.. En esta ocasión Jesús concedió al santo la indulgencia de la Porciúncula."
Esta pintura que tenemos aquí en Jerusalén es una copia de un cuadro de Bartolomé Esteban Murillo, una de las figuras más representativas de la pintura barroca española, pintado en 1667 y conservado en el Museo del Prado de Madrid. La copia que tenemos aquí en la iglesia fue realizada en la década de los 40 del siglo XX por una religiosa franciscana Misionera de María.
Fr. ALESSANDRO CONIGLIO, ofm
Profesor Studium Biblicum Franciscanum - Jerusalén
"El cuadro nos muestra una descripción clásica de cómo San Francisco habría obtenido la indulgencia de la Porciúncula, Francisco se arrodilla ante el altar de la Iglesia de Santa María de los Ángeles en la llanura de Asís, restaurada por él mismo, y muy apreciada por el santo, porque como explica uno de sus primeros biógrafos, “el padre decía saber por divina revelación que la Virgen, entre todas las iglesias alzadas en su honor, amaba esa con especial predilección” (2Cel 19; FF 605). El mismo episodio nos dice que San Francisco “rodeaba de amor indecible a la Madre de Jesús, por haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad. […] Pero lo que más alegra es que la constituyó abogada de la Orden y puso bajo sus alas, para que los nutriese y protegiese hasta el fin, los hijos que estaba a punto de abandonar. (2Cel 198; FF 786)."
"Y el episodio que se representa en el cuadro muestra precisamente esta protección de María que le concedió al mismo San Francisco en un momento de tentación. Las rosas, de hecho, que se ven a sus pies recuerdan cómo el padre seráfico se arrojó desnudo sobre un rosal detrás de la iglesia de la Porciúncula, porque fue apresado por una tentación de la carne. Tanto era su amor a Dios, que no quería ofenderlo de ninguna manera y no temía las heridas infligidas por las espinas de las rosas, para permanecer fiel a su vocación de consagración total al Señor. Pero ¡he aquí el milagro! Las rosas perdieron sus espinas y San Francisco venció a la tentación por intervención de la gracia de Dios, más que por su gesto ascético. Así, de regreso a la Porciúncula, ante el altar tuvo una visión de Jesús que, por intercesión de la Virgen Su Madre, concedió a San Francisco la indulgencia plenaria para los peregrinos que habían venido a visitar esa pequeña iglesia en honor a María."
Como Francisco también nosotros podemos vencer toda tentación contemplando a María y confiándonos a ella, podemos obtener de Su Hijo Jesús la gracia que nos salva en el perdón de nuestros pecados. María no es solo Abogada de la Orden de Frailes Menores, sino de todo aquel que la invoca con fe y devoción sincera.
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