CARLO GIUSEPPE ADESSO
Diócesis de San Marino-Montefeltro - profesor de historia de la Iglesia
Nos encontramos en el interior de la iglesia de Santa Catalina, que es la iglesia conventual de los franciscanos de Belén, así como sede de la parroquia latina de Belén. En el interior de esta iglesia celebran los cristianos de rito latino. Al lado, en la basílica, celebran cristianos de rito armenio y cristianos de rito griego.
¿Qué es el rito? El rito es una palabra que proviene del sánscrito y significa: orden, es decir, el orden según el cual se organiza la liturgia. ¿Qué es la liturgia? La liturgia es el lenguaje oficial a través del cual alabamos a Dios, y mientras el pueblo alaba a Dios, el Señor santifica a quienes realizan estos gestos sagrados, a lo que llamamos liturgia.
La liturgia es por ejemplo la santa misa, la liturgia son los sacramentos, la liturgia es por ejemplo el rezo del breviario.
Estrechamente vinculados a la liturgia, y dependientes de ella, están los ejercicios piadosos, por ejemplo el rosario o el vía crucis. Hay iniciativas espirituales individuales o en grupo, a través de las cuales las personas intentan entrar en conversación con Dios, en contacto con Dios, a través de estas iniciativas espirituales que la iglesia favorece, pero que no tienen ese lenguaje, estructura y palabras oficiales como respecto a la liturgia. Así que quien quiera cambiar la liturgia no puede, porque está establecida por la Iglesia, pero los ejercicios pueden sufrir variaciones, dependiendo también de la sensibilidad del individuo o de los grupos.
La procesión diaria de los franciscanos, que comienza en esta iglesia, se define como un ejercicio piadoso, es decir, un conjunto de movimientos, momentos, pausas, a través de los cuales se intenta reflexionar y entrar cada vez más en espíritu de oración dentro del gran misterio del nacimiento de la humanidad, del Señor.
La procesión diaria es un camino, es una especie de peregrinación marcada por algunas paradas, algunas etapas. Estas etapas se llaman estaciones, la etapa única se llama "estación".
Este tipo de hábito lo encontramos por ejemplo en Roma, donde la población romana, en espíritu de penitencia y por tanto de ayuno, realizaba peregrinaciones a puntos concretos de la ciudad. Quizás la tumba de un mártir, el lugar de enterramiento de un mártir. Allí se reunían para orar y allí el papa celebraba la Santa Misa. Se celebraba la liturgia estacional. Lo mismo encontramos también aquí en Tierra Santa.
Una peregrina española del siglo IV, llamada Egeria, nos dejó un relato mutilado pero todavía lo suficientemente exacto como para hacernos una idea de lo que era la liturgia, es decir, la vida de fe, de la comunidad cristiana del siglo IV. Y precisamente Egeria habla de los cristianos que también realizaban la peregrinación en un ambiente de penitencia, se reunían con el obispo local en determinados puntos de la ciudad y celebraban allí liturgias. A menudo también la celebración eucarística, que era el punto culminante de este lenguaje espiritual.
A partir de todo este trasfondo, de todo este contexto, llegamos a nuestra procesión. Una procesión que a lo largo del tiempo se ha ido estructurando en unas etapas, unas paradas, llamadas estaciones, que tienen la tarea de dejarnos entrar, de hacernos reflexionar sobre el misterio concreto que ese lugar encierra, representa y comunica.
Este es, en definitiva, el núcleo de la procesión de Belén que se desarrolla cada día a lo largo de una historia cuyo primer testimonio cierto se remonta a 1384 y que ha llegado hasta nuestros días a través de toda una serie de modificaciones, cambios que se han producido en la historia a causa de los acontecimientos vinculados a la presencia y también a la supervivencia de la comunidad católica en Belén y, más en general, en Tierra Santa.
El Concilio Vaticano II, en la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la liturgia, expresa el máximo respeto a las tradiciones y ejercicios piadosos, como en nuestro caso la procesión. Al mismo tiempo recomienda con estas exactas palabras que los ritos brillen con noble sencillez, se adapten a la comprensión de los fieles para que no necesiten muchas explicaciones, y sean transparentes por su brevedad y belleza.
Yo diría que todo esto está contenido en nuestra procesión diaria aquí en Belén porque a través de la peregrinación, de las paradas en los lugares santos, de la escucha de la palabra de Dios y del canto, los fieles son acompañados con delicadeza y con gran claridad para sumergirse en los misterios individuales que contempla la procesión, en particular el nacimiento, la adoración de los Magos, la masacre de los inocentes, entre otros.
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