Lugar: Gruta de San Juan Bautista en el desierto. Fr. ULISE ZARZA, ofm Queridos hermanos y hermanas, que el Señor os dé su paz. Estamos viviendo este tiempo de Adviento, y ya nos encontramos cerca de celebrar el Nacimiento del Señor. Y en este tiempo la Iglesia nos ha invitado a fijar la mirada en la doble venida del Señor: la primera venida en la humildad de nuestra carne y la segunda venida que esperamos en gloria. Y ya que hablamos de venir, debemos prepararnos, debemos esperar con alegría, con esperanza, sobre todo con confianza, sabiendo que el Señor viene. Y en esta ocasión quisiera proponeros, para vuestra reflexión, un sermón de san Máximo, obispo de Turín, que vivió entre los siglos IV y V. En este sermón de preparación a la Navidad, Massimo enseña a sus fieles, y también a nosotros, cómo debemos prepararnos para la celebración, para la solemnidad de la Navidad. Por eso, hablando a sus fieles, San Máximo de Turín dice: "Por tanto, muchos días antes, purifiquemos nuestro corazón, nuestra conciencia, nuestro espíritu. Y así, limpios y sin mancha, preparémonos para recibir al Señor Inmaculado que viene. Y así como Él nació de la Virgen Inmaculada, así los siervos inmaculados celebren Su Navidad”. Máximo nos advierte contra una preparación meramente superficial para este tiempo santo y nos dice que, aunque participemos corporalmente en la celebración de la Navidad, sin una buena preparación, estaremos espiritualmente lejos del Salvador. En este punto, nuestro autor exhorta a los fieles diciendo: "Por tanto, hermanos, nosotros, que esperamos la Navidad del Señor, limpiémonos de todo residuo de culpa". Por lo tanto, en el camino hacia la Navidad, Máximo nos invita a prepararnos de tal manera que podamos acoger a los extraños, restaurar a las viudas, vestir a los pobres. Nuestra mirada, por tanto, debe estar fija en el Señor que viene a nuestro encuentro, en cada hombre y en cada tiempo, para que lo acojamos en la fe, como dice el prefacio del tiempo de Adviento. Además, la preparación a la que nos invita este Padre de la Iglesia nos lleva a mirar a los que están cubiertos de harapos, a los que padecen hambre, a los que sufren de frío. De lo contrario, pregunta Máximo, ¿cuál sería el valor de nuestra oración? Y por eso nos exhorta a imitar al Señor diciendo: "Si él quiere que los pobres sean con nosotros partícipes de la gracia celestial, ¿por qué no han de ser partícipes con nosotros de los bienes terrenales? Y no dejéis que los que son hermanos en los sacramentos sean privados de nutrientes." Aquí es muy interesante, llama la atención esta frase que utiliza el obispo de Turín, hablando de nuestros hermanos en los sacramentos. Sostiene que de la misma manera que el Señor da su gracia a todos, así también nosotros somos deudores de misericordia hacia los más pobres. Para Máximo de Turín, velar en la espera del Señor significa adornarse de misericordia, de obras de misericordia hacia los que sufren y hacer que nuestras lámparas estén encendidas con el óleo de la misericordia y así acoger al Señor que viene. Por tanto, para Máximo hay una venida intermedia del Señor que es su venida a los pobres. Entre la primera venida en carne y la segunda venida en gloria, están los pobres, está el Señor que viene a nosotros en la persona del pobre, del que sufre. Así que preparémonos para esta Navidad acogiendo al Señor que nos visita a través de estas personas más necesitadas, que están en la pobreza, que sufren hambre, no sólo con una oración, sino sobre todo con ayuda material para cada uno de ellos. Y junto con la Iglesia esperamos al Señor y decimos: “Maranatha, ven, Señor Jesús”. Read More