“Nuestra sociedad es fuerte a pesar de todas las dificultades”, afirmó Su Beatitud Mons. Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén a su llegada a Belén en la víspera de Navidad. El cortejo de automóviles había salido poco antes de Jerusalén: La entrada en la ciudad donde nació Jesús marca así el inicio de las celebraciones navideñas.
El patriarca fue recibido por las autoridades civiles y religiosas, pero sin la tradicional multitud de visitantes y peregrinos procedentes de diferentes partes del mundo, a causa de las restricciones impuestas este año por la pandemia del coronavirus.
Mons. PIERBATTISTA PIZZABALLA, ofm
Patriarca latino de Jerusalén
"Es un período en el que no conseguimos celebrar dignamente la Navidad en ninguna parte del mundo a causa de las restricciones impuestas por la COVID. Esto, sin duda, crea mucha tristeza, pero no debemos desfallecer. Celebramos el nacimiento de Cristo, la victoria de Cristo sobre toda forma de miedo. Hemos pasado un año terrible, pero esta Navidad es el inicio de un nuevo mundo, es un nuevo inicio que necessitamos con urgencia."
Algunos grupos scout y los cristianos de Belén participaron en la plaza del Pesebre, frente a la Basílica de la Natividad, en la fiesta preparatoria de la Navidad y en la acogida al nuevo patriarca.
En la Iglesia de Santa Catalina, junto a la gruta donde nació Jesús, pocos minutos antes de la medianoche comienza como es tradición la celebración de Nochebuena, con las vísperas y, a continuación, la misa solemne presidida por Su Beatitud Mons. Pierbattista Pizzaballa.
A causa de las restricciones la celebración acoge a un número reducido de personas, pero la intensidad y la emoción del momento son igualmente grandes.
Este año el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, no participa en la celebración, aunque están presentes otras autoridades del gobierno.
Quest’anno il presidente dell’Autorità Nazionale Palestinese Mahmoud Abbas non partecipa alla celebrazione, anche se sono presenti altre autorità del governo.
En su homilía, con el título “El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz”, el patriarca reflexiona sobre la dificultad del momento, pero intenta traer también esperanza, citando las promesas de Dios presentes en las lecturas de esta noche.
“Nos sentimos tristes, cansados, oprimidos por demasiado tiempo bajo el pesado yugo de esta pandemia que está bloqueando nuestras vidas, está paralizando las relaciones, está poniendo a prueba la política, la economía, la cultura, la sociedad. Pero yo —continuó— en esta mi primera navidad como patriarca no quiero unir mi voz a los que tan bien describe la noche. Yo debo, quiero, dar voz a la profecía, hacerme eco del Evangelio, comunicaros la gracia de esta hora.”
Al término de la homiliá, el patriarca rezó una emocionante oración: “A él, Dios omnipotente, le pedimos que destruya la enfermedad, el mal y la muerte y que nos devuelva los días felices y serenos. A Él, Salvador y Señor nuestro, prometemos darle lo que somos y lo que tenemos ahora y siempre “para que se conozca en la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación” (Sal 67,3). Amén”.
Al acabar todos van en procesión hasta la Gruta de la NAtividad para venerar el lugar del nacimiento de Jesús.
En la gruta, la primera celebración, a medianoche, es la que preside Fr. Francesco Patton, custodio de Tierra Santa.
También en el Campo de los Pastores se celebraron algunas misas, entre ellas la presidida por Mons. Leopoldo Girelli, delegado apostólico para Palestina. Al acabar, Mons. Girelli se dirigió en peregrinación desde la aldea de Beit Sahour hasta la Gruta de la Natividad.
Una Navidad diferente, pero llena de significado en la esencia de la Navidad.
Alrededor de 1.500 indios —inmigrantes y solicitantes de asilo— llegaron a Belén para celebrar el nacimiento de Jesús en la madrugada del día de Navidad.
El sonido de las campanas de la Basílica de la Natividad, los scouts y toda la ciudad de Belén dieron la bienvenida al patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, en su entrada solemne en Nochebuena.
En el primer domingo de Adviento, el custodio de Tierra Santa cruzó la puerta del muro de separación, que es testimonio silencioso de largos años de sufrimiento en la tierra donde nació el Príncipe de la Paz: Belén.