La Basílica del Santo Sepulcro es el lugar santo que conserva la memoria de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Los mosaicos de la entrada ilustran los acontecimientos que tuvieron lugar aquí el último día de la vida terrena de Cristo. Los frailes franciscanos junto con Fr. Francesco Patton, custodio de Tierra Santa, el vicario Fr. Dobromir Jasztal y sus colaboradores más cercanos, inician la liturgia con la procesión al Calvario. Es un momento conmovedor en el que se recuerda el descenso de Jesús de la Cruz y sepultura, tal y como lo narra el evangelista Juan. Juan 19, 38-42 “José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero en secreto, por temor a los judíos, pidió a Pilato si se podía llevar el cuerpo de Jesús, y Pilato se lo concedió. Luego fue y tomó el cuerpo. Nicodemo, el que antes había ido a él por la noche, también fue allí y trajo una mezcla de mirra y áloe como de 100 libras”. Luego tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas junto con aceites aromáticos, como es costumbre que los judíos entierren. Hoy este gesto lo repite Fr. Francesco Patton en una Iglesia llena de fieles. Ahora bien, en el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto nadie. Allí, pues, pusieron a Jesús, a causa de la preparación de los judíos, porque aquel sepulcro estaba cerca. En la tarde en que se contempla el misterio de la crucifixión y muerte de Jesús, la liturgia termina en silencio, esperando el gran aleluya de la Resurrección. Read More