En este fin de semana en que celebramos la Solemnidad de Pentecostés, el canto del Veni Creator resonó varias veces en Jerusalén. La vigilia de Pentecostés comenzó en la Basílica de San Esteban de los Padres Dominicos. Aquí tuvo lugar una oración para pedir los dones del Espíritu Santo e interceder por la justicia y la paz. El Patriarcado latino de Jerusalén, en colaboración con el Comité Episcopal de Religiosos y la Unión de Religiosas de Tierra Santa, había invitado a todos los fieles, obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y todos los consagrados a rezar juntos en este momento de dificultad por Jerusalén y por toda Tierra Santa. Y las comunidades religiosas, junto a los fieles respondieron con gran participación.
El papa Francisco pidió a todos los pastores y fieles de la Iglesia Católica que se unieran espiritualmente en oración por la paz en Tierra Santa.
Siguiendo la invitación del Santo Padre —subrayó el patriarca latino de Jerusalén— toda la Iglesia católica se une hoy en esta oración coral con nosotros, Iglesia madre de Jerusalén. Damos gracias al Santo Padre por esta atención continua a nuestra Iglesia, a nuestra tierra y a los pueblos que la habitan.
Nos unimos, en primer lugar, en oración por las familias de todos aquellos que han muerto en estos últimos días, que han perdido sus casas, que se han quedado solos y sin referencias en su vida. Rezamos por nuestra pequeña comunidad cristiana de Gaza, hundida por esta nueva guerra pero también por todos sus habitantes, humillados desde hace años, privados de libertad, de dignidad y de los derechos básicos.
Jerusalén es el corazón de la revelación divina, la custodia del deseo de comunión entre Dios y el hombre. Acoge en sí misma todas las almas del mundo y precisamente por ello está abierta a todo el mundo.
Mons. PIERBATTISTA PIZZABALLA, ofm
Patriarca latino de Jerusalén
"Sabía que vendrían pero no esperaba tanta gente, estoy contento. Un signo de que todos sienten la necesidad de rezar al Espíritu por la paz aquí en Tierra Santa. Debemos comenzar de nuevo desde el mismo punto: Aceptar la idea de que somos uno parte del otro. Hasta que no aceptemos que debemos vivir unidos, estos ciclos de violencia se repetirán. Es el problema de siempre."
P. DAVID NEUHAUS, sj
Superior de la comunidad jesuita de Tierra Santa
"Hoy se han reunido aquí todos los contextos en los que los cristianos están presentes, una estupenda realidad de nuestra iglesia. Tenemos cristianos que son árabes palestinos, tenemos feligreses cristianos en Gaza, tenemos parroquias cristianas en todo el mundo árabe, aquí en Palestina e Israel y además tenemos la presencia de cristianos de expresión hebrea, pequeñas comunidades presentes en las grandes ciudades israelíes, cristianos que hablan hebreo y que hablan el lenguaje del amor, del perdón, de la reconciliación, del diálogo… en hebreo."
El sábado por la tarde, en el Convento de San Salvador en Jerusalén, tuvo lugar la vigilia de Pentecostés. Franciscanos locales y religiosos se reunieron para invocar al Espíritu con cantos y oraciones. “¡Ven, Espíritu Santo y danos la paz en Tierra Santa y en el mundo!”
En la vigilia se proclamaron las lecturas de la solemnidad intercaladas por el canto de los salmos, momentos fuertes de oración que culminaron en la Eucaristía.
En su homilía Fr. Francesco Patton, custodio de Tierra Santa, subrayó que “estamos aquí para pedir al Espíritu que interceda por nosotros no solo para que acabe la pandemia de la COVID a nivel global, sino también para que cese la pandemia de la violencia y del odio, para que acabe el conflicto que se ha reanudado hace algunas semanas, para que acabe el de Siria, que dura ya más de 10 años, para que acabe el de Yemen, para que acaben los conflictos que continúan destrozando a África, Asia, América Latina y Europa del Este”.
Fr. FRANCESCO PATTON, ofm
Custodio de Tierra Santa
"Pentecostés es una ocasión extraordinaria para rezar por la paz en un sentido profundo, porque Pentecostés es la reconciliación de las diferentes lenguas, de las culturas, de pueblos diferentes. Pentecostés es el alto modelo de la paz. La paz como pura y simple ausencia de conflicto entre personas, pero también la paz como realización de una comunión que es don de Dios."
A pocos metros del Cenáculo, la celebración con motivo de la solemnidad de Pentecostés continuó en la iglesia de la Dormición de los Padres Benedictinos. La misa fue presidida por Su Beatitud Mons. Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, junto al abad P. Bernard Maria Alter y un grupo de sacerdotes.
Mons. PIERBATTISTA PIZZABALLA, ofm
Patriarca latino de Jerusalén
"El primer fruto del Espíritu es la paz, y nosotros debemos convertirnos en hijos de Dios en el Espíritu Santo para darnos cuenta de lo que quiere de cada uno de nosotros."
En su homilía, el patriarca de Jerusalén enumeró los dones del Espíritu Santo identificando entre otros, la unidad, la diversidad, la participación, donación de uno mismo, amor y paz. Subrayó cómo estos son los frutos que le faltan actualmente a la Iglesia, a la sociedad y a la política, sobre todo en Jerusalén, y pidió al Espíritu Santo que abriera los ojos de todos, para ver la belleza que hay en las personas y para reconocer las cosas hermosas que componen la sociedad local. Invitó además a ser siempre defensores de la paz y constructores de unidad y convivencia.
Un llamamiento urgente a la paz es la vocación de la Iglesia universal, afirmó Mons. Pizzaballa.
Mons. PIERBATTISTA PIZZABALLA, ofm
Patriarca latino de Jerusalén
"El papa Francisco ha invitado a toda la Iglesia a unirse a la de Tierra Santa para rezar por la paz y la justicia en Jerusalén. Es un signo de cercanía del papa Francisco hacia nuestra Iglesia y nuestra realidad, además de un signo de su compromiso hacia nosotros, y de nosotros hacia él, por la paz en Tierra Santa."
El fin de semana de Pentecostés en Jerusalén concluyó en el lugar por excelencia: el Cenáculo.
El reconocimiento del Cenáculo como lugar de la efusión del Espíritu Santo y de la Última Cena se remonta a los primeros siglos del cristianismo.
En la tarde del Domingo de Pentecostés, los franciscanos de Tierra Santa se dirigieron en peregrinación al Santo Cenáculo y, en esta ocasión, los frailes del Convento de San Salvador prepararon la celebración de las segundas vísperas.
Fr. FRANCESCO PATTON, ofm
Custodio de Tierra Santa
Es también positiva la celebración de las vísperas aquí en el cenáculo con la participación de la gente. Justo en el lugar "donde el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles con estas lenguas de fuego, que capacitó a los apóstoles para comunicarse pero también hizo que todas las personas que pertenecían a pueblos de lenguas y culturas diferentes fueran capaces de escuchar y comprender."
El denominador común en todas las celebraciones de este fin de semana es el agradecimiento al papa Francisco por su cercanía y sus palabras de apoyo.
Fr. FRANCESCO PATTON, ofm
Custodio de Tierra Santa
"Palabras que han animado no solo a caminar hacia una tregua, cosa que se ha conseguido, sino a ir hacia un discurso de diálogo, reconciliación y paz."
En la oración de vísperas, presidida por Fr. Francesco Patton, custodio de Tierra Santa, junto al vicario custodial Fr. Dobromir Jazstal, la comunidad franciscana y religiosos rezaron los salmos y proclamaron los textos bíblicos que narran el acontecimiento de Pentecostés “in loco”, es decir, en el lugar mismo en el que sucedieron.
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse (Hch 2,1-4).
Durante la liturgia se incensó dos veces la sala superior, lugar donde, según la tradición, descendió el Espíritu Santo.
En la reflexión del custodio de Tierra Santa, un sentido llamamiento: “En este lugar y en este tiempo, siento que no debemos solo reflexionar sobre el don del Espíritu Santo, sino sobre todo invocarlo. Espíritu del Señor, necesitamos que tu viento sople impetuoso, de nuevo, en nuestro Oriente Medio sufriente y en todo el mundo, para que nos devuelvas el deseo de vivir y anunciar el Evangelio, para dar esperanza a la humanidad desorientada. Necesitamos que tu aliento recorra sin cesar nuestra tierra”.
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