Entonces Pilato hizo que apresaran a Jesús y lo azotaran. Y los soldados trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza y le pusieron un manto de púrpura; se colocaron ante él y le dijeron: ¡Salve, rey de los judíos! Y lo abofetearon. En el convento de la Flagelación hay 2 capillas: la primera conmemora la flagelación de Jesús, mientras que la segunda conmemora su sentencia a muerte. Al Santuario también se le llama "Litóstroto", palabra de origen griego que significa pavimento de piedra, y hace referencia al pavimento milenario que allí se conserva. Fr. GIUSEPPE GAFFURINI, ofm Guardián del Convento de la Flagelación – Jerusalén Esta capilla de 1902, obra de un franciscano alemán, Wendelin Hinterkeuser, sigue las huellas dejadas por una capilla anterior. La escuela de los “nazarenos” decoró esta capilla con la imagen de Poncio Pilato lavándose las manos, con la muy particular imagen de Juan Evangelista que, con su manto, tapa los ojos de la Virgen para que no vea el cuerpo desfigurado de la flagelación de su hijo y dos estatuas lineales -de finales del siglo XIX- de la escuela española, que recuerdan al Ecce Homo, y Jesús cargado en la cruz. Lamentablemente, la estatua del Ecce Homo fue destrozada el 2 de febrero de este año. A las puertas de la Semana Santa, las peregrinaciones cuaresmales de la Custodia hicieron una parada en la Capilla de la Condena. La misa fue presidida por Fr. Gregor Geiger, profesor del Studium Biblicum Franciscanum, y concelebrada por numerosos frailes presentes. Fr. Alessandro Coniglio, en su homilía, continuó reflexionando sobre los pasajes del profeta Isaías, donde Jesús, el siervo que sufre, "se ofrece a sí mismo como sacrificio de reparación". Fr. ALESSANDRO CONIGLIO, ofm Profesor Studium Biblicum Franciscanum - Jerusalén Evidentemente, contemplar aquí a Jesús cargado con la cruz no significa quedarse en una contemplación puramente estática de lo que es su misterio, sino que significa también asumir sobre nosotros el peso del pecado del mundo, es decir, imitar los pasos del cordero inmolado. Es decir, imitar este don que Jesús hace de sí mismo, imitar la ofrenda de su vida, ofrenda que hace al Padre, precisamente porque quiere a través de sus dolores, vencer nuestro pecado, nuestras culpas, la iniquidad. También nosotros estamos llamados a imitar al cordero inmolado, ofreciéndonos a su vez a Dios por la salvación del hombre, de nuestros hermanos y hermanas. Read More